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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mente, tiempo y pecado original.


¿Podemos aprender algo de los animales que sea trascendente para el ser humano?.

Tras la observación de cualquier animal, uno se pregunta, ¿cuál es la diferencia entre el hombre y ellos?, y no tiene más remedio que responder que el hombre no vive el presente y ellos no viven el pasado ni el futuro.

Por tanto, algo le ha ocurrido a la especie humana, una especie que fue una más en el pasado, para que hoy exista esta diferencia tan crucial. Los textos antiguos nos lo explican de alguna forma alegórica (la expulsión del Edén), fue un momento en que el hombre dejó de ser un animal más, fue algo que le hizo perderse en la línea del tiempo, perdió la frecuencia de la sintonía temporal, y ese desfase en la frecuencia  mente y tiempo, es lo que el hombre anda intentando solucionar desde tiempo inmemorial.

El conocimiento del universo, a pesar de ser algo deseable como principio, no es lo que el hombre está buscando, sino que éste conocimiento, es la herramienta que está utilizando para alcanzar a comprender su fractura interna, intentando verla en el exterior. Para los científicos, la verdad última puede ser hoy una y mañana otra, pero la verdad última que ser humano busca debería de ser su sintonía con el momento presente.

No hay nada en el exterior que no esté en el interior, por tanto el hombre sanará su alma en el momento en que solucione su "pecado original", ése que tanta extrañeza le produce y que le lanza a realizar un viaje para solucionarlo.

De este descubrimiento de desfase mente- tiempo surge una alteración de la percepción de la realidad, que, o bien se recrea en el daño del pasado, o bien hace del miedo al futuro su bandera. Este miedo obliga al ser humano a adelantarse a los acontecimientos creando falsos presentes, y con ello condenándose a vivir en un momento de ilusión de una realidad que no existe.

De ahí surge muchas veces la creencia de que la vida no es como debería de ser, expresiones como "Dios no debería permitir esto", "Dios no existe", etc.

Esto hace que el hombre comience una vivencia continuada del miedo, y de su ocultación con los siete pecados capitales, y otros no tan capitales. Desde la tradición oriental podríamos definirlo como una desintonización de las siete capas de chakra. Esto hace que, según factores variables, cada persona pase por estados de desequilibrio de esos centros corporales, y que se comporte con el miedo propio de ese centro, o como puede ser en la tradición cristiana los comentados pecados capitales: avaricia, ira, gula, etc.

Esto ocurre no sólo en la historia de la humnidad, sino también a lo largo de la la vida del ser humano,  en algún momento posterior al nacimiento, los niños todavía conservan esa vivencia del presente en los primeros años, pero algo hace que lo vayan perdiendo. Somos nosotros, los adultos, con nuestros miedos, los que vamos interfiriendo su vivencia, haciendo que el niño pase a creer que hay algo por lo que preocuparse, y aunque de momento no lo entiende, rompe así su pureza, cayendo en un mundo de incomprensión primero y de miedo a algo intangible después.

Nuestros dirigentes, no se libran de este estado de miedo y ocultación, habitualmente son ellos los más afectados, y con ignorancia de su estado de miedo tapada por la voracidad de poder, hacen que el mundo se dirija hacia el caos.

Un dirigente debería ser una persona sin miedo, un ser que vive el presente. Esto se ve en contadas ocasiones con humanos y en estas ocasiones los hemos crucificado, otras sin embargo han hecho revoluciones pacíficas, y otros revolucionan las conciencias para que aprendamos esta enseñanza.

Una vez el ser humano está viviendo el presente, aprende que no hay nada más allá que la vida misma, y que en la paz del espíritu se encuentra en saber vivirla tal como es. Esa paz es la sintonía con el presente que hace que el tiempo deje de existir como lo conocemos.

Tras descubrir esto, la ayuda al prójimo pasa a ser la mayor ocupación de los seres "iluminados", motivada por la compasión, al sentir la desgracia que la ignorancia provoca en la humanidad. Su estado de iluminación le hace ver así mismo todas las conexiones del universo, que le dicen el prójimo, es también él .

Namasté


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